
lunes, 13 de julio de 2009
el amOr de mi viida .. te amOh lOkiitOh

Corazón de Caballero
Pero, desde luego, no todo es llegar y abrazarse: un noble malas pulgas sospecha de este advenedizo y toma cartas en el asunto. A la extraña sensación de escuchar personajes medievales cantando un tema de Queen o a las escenas de acción filmadas a lo Gladiador, se suma la presencia de Ledger, que le da interés y algo de emoción a la cinta. Para ver en grupo un domingo en la tarde.
Van Helsing
Van Helsing es una película de 2004 dirigida por Stephen Sommers, y basada muy lejanamente en la novela Drácula, de Bram Stoker. Los efectos especiales del filme son producto de la empresa Industrial Light & Magic.
Como curiosidad el nombre real del personaje en el libro es Abraham pero en la película lo cambian a Gabriel.
La historia transcurre en el siglo XIX en Londres, Roma, París y Transilvania; Van Helsing es un famoso cazador de monstruos al servicio del Vaticano. Tras finalizar su última misión, durante la cual acaba con el señor Hyde, es enviado a Transilvania donde Drácula mató al doctor Víctor Frankenstein para apoderarse de su tecnología y dar vida a los hijos que tuvo con sus novias, las vampiresas (Aleera, Marishka y Verona).
Para evitar eso Van Helsing viaja con su amigo, el fraile Carl a Transilvania a ayudar a Anna Valerius, la única descendiente de una familia que juró destruir al vampiro. De no ser así, su familia jamás podrá entrar al cielo. La misión de Van Helsing y Anna es matar a Drácula y a sus novias, y evitar que utilicen al ser creado por Frankenstein para dar vida a los miles de hijos de Drácula pero durante la hazaña, a Van Helsing lo muerde el hombre lobo (que un día fue Velkan, el hermano de Anna) con el que Drácula está experimentando.
Van Helsing se convierte así en un Hombre Lobo, y ahora no solo tienen que matar a Drácula sino que sólo tiene 48 horas para encontrar un antídoto que lo cure. Dicho antídoto lo posee Drácula porque el hombre lobo es el único que puede matarlo. Carl encuentra un portal con el que pueden entrar al castillo de Drácula. A medianoche, Van Helsing se convierte en Hombre Lobo y pelea con Drácula y lo mata. Así mueren también sus hijos, a los que había logrado darles vida. Anna llega con el antídoto, pero Van Helsing la ataca (inconsciente de lo que estaba haciendo) y la mata, pero ella logró inyectarle el antídoto a tiempo.
Al día siguiente, cuando incineraron su cuerpo, Van Helsing miró el cielo y vio como se formó el rostro de Anna con una lágrima, y de sus familiares recibiéndola, pues por fin los Valerious podrían cruzar las puertas de San Pedro. Con esto se supone que Van Helsing se da por satisfecho y marcha junto a Carl.
La curiosidad de porque lo llama Gabriel es porque indirectamente insinuan que Van helsing es el arcangel Gabriel, por eso tiene visiones de batallas pasadas, y debido a eso se le llama la mano izquierda de Dios, y no es una curiosidad, sino que lo hicieron a proposito, suponiendo que ´Drácula era un ángel caido.
CODIGO DE GUERRA
La trama es tan simple como suelen serlo las de John Woo: dos soldados yanquis tienen que escoltar a dos indios navajos a través de la Segunda Guerra Mundial, para proteger un código secreto que bajo ningún punto de vista debe caer en manos enemigas. El agregado es moral, y pasa por el hecho de que los americanos tienen que proteger el código a toda costa... aun cuando esto signifique sacrificar a los navajos. Hay otra historia –individual, clásica– que carga al hombro Joe Enders, el personaje de Nicolas Cage, quien acarrea el pesado recuerdo de una batalla en la que fue líder y sobreviviente, y en la que todos sus compañeros murieron. Una pesadilla que le produce tantas heridas físicas como espirituales, heridas que sangrarán con fuerza a medida que avance el relato.
Por medio de esta subtrama, Woo abre la puerta a lecturas ideológicas diversas. No es clara la postura del film con respecto a la guerra. Se respiran aires de humanismo antibélico permanente (un poco a la manera de The Big Red One, de Sam Fuller), aunque por momentos aflora el heroísmo americano de siempre. La maniobra de Woo consiste en en fundir (hasta confundir) el heroísmo patriótico con las relaciones personales: Joe Enders necesita reivindicarse, y sólo puede hacerlo salvando a sus compañeros. En todo el cine de este director la amistad es un tema imperante, y Códigos de guerra no es la excepción. ¿Es la amistad que surge en el grupo la que origina el heroísmo? ¿O lo es la bandera brillante de Estados Unidos, que en un plano acapara toda la pantalla? Woo no confirma ninguna de las dos. Sus seguidores nos refugiaremos en la primera, para espantar la desilusión.
En cuanto a puesta en escena, si bien no decepciona, se extraña la acción a puño limpio que imprimía más deslumbramiento. Las batallas son pura adrenalina, similares a las de Spielberg (o Ridley Scott) en términos de caos y violencia, pero con estilo propio. La cámara vuela como de costumbre en el cine de Woo, pero esquiva el registro documentalista de los cineastas mencionados. La fotografía es más nítida y los planos se alejan del realismo. Woo tiene la capacidad de generar una incómoda sensación en la platea: la constatación de que la violencia (en este caso, bélica) pasa a ser en sus manos algo bello, sin dejar por eso de estremecer. La apertura de la primera batalla es el mejor ejemplo, con la sangre vertiéndose en el río, marcando el camino para la acción.
Lo que falta en Códigos de guerra son los ralentis en plena batalla, aquellas hermosas imágenes que Misión: imposible 2 proveía generosamente. Esos momentos en que Woo (de un modo similar al de Michael Mann) aislaba a sus personajes del mundo, paraba el reloj y montaba una pelea como si fuera la película entera. Su elaborado trabajo sobre el tiempo ficcional se limita aquí a los flashbacks de Joe Enders y a la secuencia final. También hay que decir que las escenas que separan cada batalla son demasiado extensas y le quitan cohesión al relato, perdido por momentos entre los rituales indios y la discriminación. Apuntes sobre las diferencias culturales que luego se disuelven en el fragor de la batalla.
Códigos de guerra no es de las mejores películas de Woo, pero tampoco merece el olvido. La historia clásica del héroe herido que lleva exitosamente adelante Cage, los guiños usuales del director y varias secuencias de acción espectaculares la sostienen.
La forma de filmar y montar batallas cambió rotundamente desde Corazón valiente y Rescatando al soldado Ryan. Gibson y Spielberg agregaron realismo y crudeza al combate, con altas cuotas de sangre y desmembraciones varias. La mezcla entre estas convenciones recientes y el lirismo acrobático y violento del cine de John Woo era la gran expectativa que despertaba Códigos de guerra. Pero dejando la acción a un lado, también cabía temer que el romanticismo básico de sus historias comulgase con el aparato patriotero ideológico estadounidense. La trama es tan simple como suelen serlo las de John Woo: dos soldados yanquis tienen que escoltar a dos indios navajos a través de la Segunda Guerra Mundial, para proteger un código secreto que bajo ningún punto de vista debe caer en manos enemigas. El agregado es moral, y pasa por el hecho de que los americanos tienen que proteger el código a toda costa... aun cuando esto signifique sacrificar a los navajos. Hay otra historia –individual, clásica– que carga al hombro Joe Enders, el personaje de Nicolas Cage, quien acarrea el pesado recuerdo de una batalla en la que fue líder y sobreviviente, y en la que todos sus compañeros murieron. Una pesadilla que le produce tantas heridas físicas como espirituales, heridas que sangrarán con fuerza a medida que avance el relato. Por medio de esta subtrama, Woo abre la puerta a lecturas ideológicas diversas. No es clara la postura del film con respecto a la guerra. Se respiran aires de humanismo antibélico permanente (un poco a la manera de The Big Red One, de Sam Fuller), aunque por momentos aflora el heroísmo americano de siempre. La maniobra de Woo consiste en en fundir (hasta confundir) el heroísmo patriótico con las relaciones personales: Joe Enders necesita reivindicarse, y sólo puede hacerlo salvando a sus compañeros. En todo el cine de este director la amistad es un tema imperante, y Códigos de guerra no es la excepción. ¿Es la amistad que surge en el grupo la que origina el heroísmo? ¿O lo es la bandera brillante de Estados Unidos, que en un plano acapara toda la pantalla? Woo no confirma ninguna de las dos. Sus seguidores nos refugiaremos en la primera, para espantar la desilusión. En cuanto a puesta en escena, si bien no decepciona, se extraña la acción a puño limpio que imprimía más deslumbramiento. Las batallas son pura adrenalina, similares a las de Spielberg (o Ridley Scott) en términos de caos y violencia, pero con estilo propio. La cámara vuela como de costumbre en el cine de Woo, pero esquiva el registro documentalista de los cineastas mencionados. La fotografía es más nítida y los planos se alejan del realismo. Woo tiene la capacidad de generar una incómoda sensación en la platea: la constatación de que la violencia (en este caso, bélica) pasa a ser en sus manos algo bello, sin dejar por eso de estremecer. La apertura de la primera batalla es el mejor ejemplo, con la sangre vertiéndose en el río, marcando el camino para la acción. Lo que falta en Códigos de guerra son los ralentis en plena batalla, aquellas hermosas imágenes que Misión: imposible 2 proveía generosamente. Esos momentos en que Woo (de un modo similar al de Michael Mann) aislaba a sus personajes del mundo, paraba el reloj y montaba una pelea como si fuera la película entera. Su elaborado trabajo sobre el tiempo ficcional se limita aquí a los flashbacks de Joe Enders y a la secuencia final. También hay que decir que las escenas que separan cada batalla son demasiado extensas y le quitan cohesión al relato, perdido por momentos entre los rituales indios y la discriminación. Apuntes sobre las diferencias culturales que luego se disuelven en el fragor de la batalla. Códigos de guerra no es de las mejores películas de Woo, pero tampoco merece el olvido. La historia clásica del héroe herido que lleva exitosamente adelante Cage, los guiños usuales del director y varias secuencias de acción espectaculares la sostienen. |